Cuando el niño nació y durante sus primeros meses de
vida, permitió a los padres soñar en un futuro promisorio, en el cual, las
expectativas son muy distantes a la realidad actual. Esa noticia que se recibe alrededor de los 2 años de vida es cae
como un balde de agua fría y cambia todo de un solo golpe. Resulta que no será todo aquello que se
esperaba, ayer era un niño y hoy es un “autista”.
Precisamente, debido a que se tuvo la oportunidad de
creer y anhelar, el derrumbe emocional que reciben los padres suele ser muy
profundo y conlleva a múltiples y variadas reacciones que van desde la tristeza
y desencanto hasta la ira y desesperación.
El camino más frecuente que se puede observar es el
rechazo y el fracaso anticipado, en que el padre se sume en una profunda
depresión y a veces, termina incluso con el rompimiento del vínculo familiar y
en el peor de los casos, el desentendimiento por parte de alguno de ellos. Esto afecta no solo a los padres, sino a
los niños, tanto a los “especiales” como a los normales.
La aceptación de un niño especial
no significa necesariamente que los padres estén satisfechos con su
destino. Mas de una ocasión los
escuchamos decir que llevan su cruz o se están ganando su boleto al cielo. Ven a su hijo como un calvario y no como un
ser que vino a dar una semblanza nueva en sus vidas.
Uno puede “aceptar” al niño como
es y en su interior, soñar en lo que pudo ser y que nunca será. Este pensamiento merma poco a poco el
espíritu de los padres pues lo que realmente están haciendo es conformándose
con su situación y haciendo lo mejor posible que sus valores morales, éticos y
afectivos indiquen.
Otra opción es elegir al niño, donde el
padre desee a su hijo tal como es, sin pensar en cómo sería si fuese “normal”
ni compararlo con los hijos de sus seres cercanos. Sus fuerzas están encaminadas a sacar a su hijo adelante al
igual que a cualquier niño. El padre
debe aprender a encontrar a su hijo y a través de él, encontrarse a sí mismo.
¿Cómo sería mi hijo si no fuese autista? No podría contestar esa pregunta. Dejé de pensar en ello hace mas de 6
años. Hoy no podría imaginar a mi hijo
diferente, sería otro niño menos mi hijo.
Un término algo agresivo, pero en eso se convierten
los padres que constantemente dedican su mente a pensar en todo lo desgraciados
que son. Buscan provocar lástima en
los demás e incluso algunos hasta maldicen “su suerte”. Hacen ellos de su vida su propia prisión y
arrastran a sus seres queridos a ese abismo.
El camino más fácil es ser un miserable y llorar por
las desdichas de tener un hijo que no promete un futuro. La negación es otra forma de ser miserable,
aparentando una falsa felicidad y vivir día a día sin ninguna meta a seguir.
Cuando se es miserable, el padre se encierra en su
casa y se acaba toda vida social.
Siempre encontrará una y mil excusas para no ir a fiestas o días de
campo.
Los niños necesitan a sus padres sanos, felices,
unidos y conviviendo en pareja como cuando se juraron amor eterno frente al
altar.
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