Aunque no sepas leer ni hablar, menos
comprender esta carta, es mi deseo comunicarte lo triste
que me siento sin ti, tu escuela y mi trabajo nos mantienen
físicamente alejados pero en ningún momento
dejo de recordarte, tu eres mi motor en mi diaria lucha.
Cierto es que eres diferente, pero
de eso no desprende mi tristeza. Yo te quiero y acepto
tal como eres, si tu situación requiere que recibas
de nosotros todo nuestro tiempo es porque el destino
ha decidido que luchemos juntos y tal vez, nunca separarnos.
Mi tristeza es por mi egoísmo
y vanidad, en que yo afirmo que mi mundo es real y el
tuyo equivocado. No soy capaz de reconocer las cosas
de otra forma que no sea la que me enseñaron
mis padres, no se entender el cariño si no es
con abrazos y gestos de amor.
Soy egoísta porque te hago luchar
para ser como yo, donde te obligo a quererme de la única
manera en que mi pobre mente puede entender, que te
comuniques conmigo utilizando mi lenguaje. ¡Que
tonto soy! Si fuese otra época, otro lugar, otra
sociedad, posiblemente el normal serías tu y
yo el del problema.
Mi tristeza, hijo, es porque me esfuerzo
tanto en traerte a mi mundo que olvido compartir contigo
esos tiempos maravillosos que gozábamos juntos
antes de que te diagnosticaran como “especial”.
Mi mayor tristeza es porque siempre me has amado, ¡lo
se!, te siento y en tu silencio tus ojos brillan al
verme. Yo, en cambio, no he sabido amarte de la manera
que tu me entiendas.
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